Os escribo hoy, día 7 de enero, atrás quedó la inmensidad de los días
vividos. Estoy convencido que muchos habéis aprovechado el día para
quitar los adornos navideños y para recoger el nacimiento. Parece que
cuando pasa el día de Reyes todo acaba y no debería ser así.
Navidad tendría que ser siempre, y los sentimientos y deseos
que en estos días manifestamos deberían perdurar durante todo el año.
Además el tiempo de Navidad acabará litúrgicamente cuando el próximo
domingo celebremos la fiesta del Bautismo del Señor. Decía el Papa
Benedicto XVI que "vivir el bautismo implica permanecer
sólidamente unidos a la Iglesia, incluso cuando vemos en su rostro
algunas sombras y manchas".
Al hablar de la importancia de este sacramento, el Santo Padre recordaba unas palabras de Pablo VI: "en
el mundo en que vivimos, a menudo se interpone una nube que nos quita
la alegría de ver con serenidad el cielo divino... existe la tentación
de creer que la fe es un vínculo, una cadena de la que hay que
liberarse, algo antiguo y pasado de moda que no sirve... de modo que el
ser humano piensa que es suficiente la vida económica y social para dar
una respuesta a todas las aspiraciones del corazón humano"... Y citando a S. Agustín continuaba diciendo "nuestro
corazón no tendrá paz hasta que no descanse en Dios. Sólo si encuentra
la luz que le ilumina y le da plenitud de significado, el ser humano es
verdaderamente feliz. Esta luz es la fe de Cristo, don que se
recibe en el bautismo y que hay que redescubrir constantemente para
transmitirlo a los demás".
Los cristianos no podemos olvidar el don inmenso recibido el día del
Bautismo. En aquel momento Cristo nos unió para siempre a Él. Pero
nosotros, ¿seguimos unidos a Él a través de decisiones que tomamos?¿son
éstas coherentes con el Evangelio? …¡No es fácil ser cristianos! Es
necesario valor y tenacidad para no conformarse con la mentalidad del
mundo, para no dejarse seducir por las tentaciones –a veces potentes–
del hedonismo y del consumismo, para afrontar, si es necesario también,
incomprensiones e incluso persecuciones. Vivir el bautismo implica
permanecer sólidamente unidos a la Iglesia, incluso cuando vemos en su
rostro algunas sombras y manchas.
La Iglesia nos ha regenerado a la vida divina y nos acompaña en todo
nuestro camino: ¡amémosla como nuestra verdadera madre! Amémosla y
sirvámosla con un amor fiel, que se traduzca en gestos concretos dentro
de nuestras comunidades, sin ceder a la tentación del individualismo y
del prejuicio, y superando cualquier rivalidad y división. Solo así
seremos verdaderos discípulos de Cristo.
Ahora más que nunca los bautizados hemos de ser un signo de fe y
esperanza en medio de nuestro mundo. Ahora más que nunca los bautizados
hemos de testimoniar la grandeza de Dios que camina con nosotros. Ahora
más que nunca los cristianos hemos de vivir de tal manera que la gente
al vernos experimenten el amor de Dios. Ahora más que nunca cuando nos
vean han de preguntarnos " ¿ es usted Jesús?", han de confundirnos con
él... permitidme que acabe la reflexión de esta semana con una preciosa
historia que me conmovió al leerla:
Un grupo de vendedores fue a un curso de ventas. Todos le habían
prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes
por la noche.
Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron
retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus maletas y portafolios,
corriendo por los pasillos. De repente, y sin quererlo, uno de los
vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas.
Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni
mirar para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y llegaron justo
para subirse al avión. Todos menos uno.
Este se detuvo, respiró hondo, y experimentó un sentimiento de
compasión por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que
siguieran sin él y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su
esposa y le explicara que iba a llegar en un vuelo más tarde.
Luego regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas
tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la
dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes
lágrimas corriendo por sus mejillas.
Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas,
mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle
su desdicha.
El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la
canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se
dio cuenta que muchas manzanas se habían golpeado y estaban magulladas.
Las tomó y las puso en otra canasta.
Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: "Toma, por
favor, estos 60 euros por el daño que hicimos. ¿Estás bien?" Ella,
llorando, asintió con la cabeza. El continuó, diciéndole, "Espero no
haber arruinado tu día".
Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: "Señor..."
Él Se detuvo y volvió a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: ¿Es
usted Jesús...?"Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de
dirigirse a tomar otro vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en
su alma: "¿Es usted Jesús?"
Ojalá nos ocurra a nosotros lo mismo: que nos confundan con Jesús. Buena semana a todos.
Adrián Sanabria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario