Curia Nuestra Señora de la Ilusión de Avila

Desde aquí intentaremos continuar un camino de fe en compañía de Jesús en María a través de la vivencia de Legión de María a través de los Praesidia de Ávila y Segovia.

Legión de María es un movimiento de seglares, que se proponen compartir su Fe y su tiempo con los demas. Funciona con reuniones semanales de grupo, donde se ora, se revisa la actividad apostólica y se estudian temas formativos para hacer más eficaz el apostolado. Puede pertenecer todo Católico que practique fielmente su religión y desee ser útil a la Iglesia y a la sociedad.


Virgen de la Milagrosa.

Virgen de la Milagrosa.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Charla del retiro de Adviento 2014: EL ADVIENTO Y LA MISIÓN EN EL V CENTENARIO DE SANTA TERESA DE JESÚS (P. Javier OP.)




I.        ADVIENTO: LA ESPERANZA NOS ABRE A LOS HERMANOS
En medio de una crisis como la que estamos viviendo uno de los mayores peligros es perder la esperanza; cuando en una sociedad se pierde la esperanza, todo corre el riesgo de resquebrajarse y degradarse. El ser humano necesita la esperanza como necesita el aire para respirar. Es en la esperanza viva donde se encuentran las fuerzas y el ánimo para construir la fraternidad propia del  Reino que nos ha sido prometido como realización de la felicidad esperada.
Desde una perspectiva cristiana se puede decir que creer en Jesucristo es, precisamente, descubrir en él la esperanza última que anima la existencia humana. De ahí que la Iglesia, quiere anunciar el evangelio de Jesús, está llamada a ser “la comunidad de la esperanza” y su primera tarea es saber despertarla en medio del mundo. Hoy podemos decir que el mejor servicio que hace la caridad cristiana  al mundo es el de poder avivar, levantar y despertar en aquéllos que la han perdido. Fue lo que hizo Jesús cuando le pedían señales de identidad: “id y decidle a Juan lo que  estáis viendo oyendo… los ciegos, los cojos, los pobres… vuelven a la esperanza y confían”.
El adviento es un tiempo que nos invita a renovar y avivar la esperanza como Iglesia. La escucha de la Palabra de Dios en este tiempo será un aliciente que nos puede ayudar a recuperar algunos rasgos vivos para abrir caminos de esperanza.
Ante los temores provocados por la desfundamentación, por la pérdida del principio y fundamento, y ahí está la fuente de la esperanza… necesitamos tener y avivar una:

  • Esperanza lúcida y vigilante: Frente a una cultura y un modo de vivir desfundamentado, sin fuentes ni principios para la razón del sentido y el  porqué de la historia y de la fraternidad como utopía, podemos dar razón de nuestra esperanza. Jesús lo hizo de un modo existencial, desde lo concreto de Nazaret supo vivir en los sentimientos de Padre y su proyecto de vida enraizó su voluntad en unos niveles tales que él mismo se ha convertido en piedra angular paro todos nosotros. Aprendió a mirar la realidad con pasión y afecto, de una forma lúcida y vigilante. Hoy se necesitan personas que sepan mirar desde la luz que escudriña la realidad para saber discernir y distinguir los caminos de la bondad y la justicia de toda ambigüedad y cizaña que pueda habitarla. Nos toca ser profetas y vigías para que nada de lo sencillo, de lo humano y lo cotidiano se escape. Hoy necesitamos de Nazaret – taller de lo profundo en lo sencillo- en medio del mundo para contemplar y comunicar lo contemplado y ser así voz, incluso de los que no la tienen, pero a quien el Padre se la dado sin duda, en la Palabra hecha carne.
  •  Esperanza inconformista y creativa: el evangelio es claro, la salvación no está en el pasado, ni la plenitud es volver al paraíso del comienzo, sino a la plenitud del futuro, a donde se llega con la inconformidad y la creatividad. Lo sabemos, desde el humanismo cristiano, de esta crisis se sale volviendo a como estábamos antes, eso es una falacia y además no nos conviene. Hoy creemos que se puede ser más con menos, que se puede trabajar menos para poder trabajar todos, que un consumo felicitante y que puede haber hasta una economía que dé vida.   Pero falta el reto de creer que donde está nuestro tesoro está nuestro corazón y que eso supone poner la dignidad de lo humano en el centro del corazón y de las aspiraciones de nuestro ser y quehacer en la historia. Nos sabemos llamados a una vocación, que más allá de los estados clásicos de vida, nos interpela por un estado de vida que sea profético y que muestre, desde la inconformidad, la creatividad de un estilo de vida alternativo en lo personal y lo comunitario, capaz de trascender la miopía de una seguridad  insana que excluye y divide en la explotación de la desconfianza y la desesperanza. Ahora es el momento para las opciones y los compromisos, desde lo diario y lo ordinario, que proclaman que estamos saliendo de la indiferencia y apostando por la alternancia de un modo de vivir que felicitante sin cadenas, marcado por la fraternidad que da señales de que otro mundo es posible. 
  • Esperanza compartida y solidaria: Los cristianos no nos podemos permitir ser seres del pesimismo. Hay un proyecto de Reino que nos empuja y que cada día se está haciendo creíble en multitud de signos. Ya son muchos ciegos los que ven, cojos que andan, pobres que se alegran y eso nos alienta en el proceso de lo que esperamos. No hay salvación individual, la clave de la resurrección no tiene vuelta atrás: resucitará todo el hombre, todos los hombres, con toda la creación.   Ahora sólo toca compartir y caminar juntos. Hacer caminos de ilusión y de esperanza. Nos toca construir señales de lo comunitario, incluso allí donde el hombre parece más destrozado y desesperado, lugares de marginación fijada y continua; Creemos en la posibilidad de estructuras sociales, políticas, económicas, culturales que sirvan a la vida y al pueblo, y que desde ahí generen una verdadera esperanza y el deseo de una vida feliz y compartida entre los hombres, donde la felicidad y la realización no se divida ni se reste, sino que se sume y se multiplique como los panes y los peces del evangelio.
  • Esperanza enraizada en Cristo: Pero todo esto no podremos hacerlo sin el agua de la vida, sin conocer el Don de Dios, sin saber quién es el que nos pide de beber porque quiere darnos el agua de vida y hacer de nuestro corazón “una fuente que salte hasta la vida eterna” en la que puedan beber todos los que se acerquen. Jesús es para nosotros fundamento y principio de la esperanza plena. En Él se nos ha mostrado por dónde vienen la verdad, el camino y la luz. Jesús de Nazaret que supo vivir en medio del pueblo pobre, andar por todos sus caminos, encontrarse con toda la gente, acompañando, comiendo el mismo pan y bebiendo el mismo vino, Él que supo crear ambientes de calor para el amor y la confianza serena y fraterna.

Hoy el adviento que genera esperanza ha de transitar ésos mismos caminos con ésas mismas claves:
Bajar al dolor del mundo.
Encender pequeños fuegos que den cobijo y calor.
Apostar por lo comunitario: fomentar experiencias de encuentro y relación.
Defender a los humillados y ofendidos. 
a)     El ESPÍRITU Y LA MÍSTICA DEL ADVIENTO

  • Esperar es soñar: el sueño como símbolo de la utopía, es un instrumento de Dios para construir la historia de la salvación. Dios hace soñar a los hombres y en el sueño se hace promesa de que será posible lo que parece imposible: serás padre de un pueblo, seréis un pueblo, tendréis una tierra, seréis libres…En el corazón del Dios Padre encontraremos la vida eterna que nadie nos podrá arrebatar. Hemos sido hechos para volar a lo más alto, para ser libres sin límites, para vivir por encima de la muerte. Dios nos ha querido, soñado hijos suyos eternamente.
  • Esperar es anhelar: Anhelar es abrirse a la búsqueda de un horizonte para caminar, de una inquietud para vivir, de un cimiento para apoyarse, de un lugar para identificarse, de mares para navegar. Permanecer es morir; pero salir, andar, caminar en búsqueda inquieta de quien quieres ser  y hacerse, eso es vivir. El proceso es imparable y la humanidad, cansada de permanecer quieta, se siente agonizante. Así en cada uno de sus suspiros anhela volver a la fuente del agua de la vida, al espíritu, a la creación inquietante de de un amanecer que anuncia las alegrías     de lo verdaderamente humano.   No podemos renunciar al anhelo del absoluto, porque sólo en él podemos descansar con este corazón inquieto que nos golpea y empuja al nuevo día, al octavo de la resurrección y la vida.
  • Esperar es caminar en el amor: El camino es infinito, millones de años de creación y siglos de historia, pero la huella de lo más humano es cercana y hogareña, vivimos    desde las cosas de cada día. Todo es amor y lo que no lo es no es de ningún modo, queda en pura apariencia y tiene sus días contados en el regreso sin futuro ni esperanza; sólo el amor permanece, todo lo demás que se genera con desamor –la injusticia, la desigualdad, la soledad, la opresión…- aunque hoy se lleve los aplausos de un éxito aparente, no tiene verdad ni fondo, caerá como dice el evangelio como la casa sin cimientos cuando el viento de lo auténtico sople y quede manifiesto todo lo que era pura apariencia. El amor genera esperanza y es esperanza, engendrada en el amor, no quedará defraudada.
  • Esperar es inquietarse: Inquietud viva, horizonte abierto… ¡sin ti no soy nada! Como el sarmiento arrojado de la vid, como el trillo en la era abandonado, como la noria que acabó fija sin dar vueltas… Inquietud, sin ti no somos nada.   Sí, allí estás tú, inquieta, inmortal, imperecedera, aunque nosotros hayamos perdido, entre los matorrales de lo falso y de las prisas, la vereda que llevaba a la fuente de los que nos dieron la vida, la vereda de la verdad que se encuentra caminando, aun en la vejez, sin perder las raíces abriéndose en la altura de un cielo y en la inmensidad de los mares. En la vereda y en el camino se esconde la respuesta; veredas con sus fuentes y su luz nos guían al paraíso de lo auténtico y de lo original y, del mismo modo, nos iluminan a lo singular de lo divino en lo humano y de lo humano en lo divino.
b)     LA IGLESIA QUE ALIMENTA LA ESPERANZA
El Papa Francisco  está marcando, frente a la realidad sufriente y doliente del pecado, que provoca la desesperanza, una línea de evangelio que quiere ser referente de la verdadera esperanza, fundamentada en la buena notica del Evangelio de Jesucristo. En cada momento nos va mostrando, con gestos y palabras, la necesidad de ser fieles a Jesucristo, nos recuerda que Él es la Buena Noticia que debe acaparar todo nuestro anuncio.
Retos para la Iglesia:

  • Una Iglesia afectada: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir que enferma por encerrarse”. No es más rico el que más tiene, ni el que más sabe, ni el que más puede… sino el que más siente: “donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6,21). Se trata de ser fiel a lo que Dios ha hecho en Jesucristo; en Él no encontramos a un hombre poderoso –un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,12)- ni sabio según el mundo –decían: ¿no es éste el hijo del carpintero? Mt 13,55- y mucho menos, rico – no tenía dónde reclinar la cabeza Lc 9,58-. Lo que sí encontramos es a un Dios humanado que es compasivo y misericordioso, que anda por los caminos y se deja afectar por todos, especialmente por los más débiles, y se une a ellos en cuerpo y alma: Lo que hicisteis a uno de éstos a mí me lo hicisteis, Mt 25,40. Hoy, como nunca, el mundo, la sociedad y los alejados necesitan una iglesia afectada, con sensibilidad profunda y auténtica, éste es el verdadero tesoro que llevamos en vasos de barro para que los demás puedan beber consuelo y esperanza
  • Una Iglesia arriesgada: “Que no nos venza el miedo y el pesimismo, tentaciones del maligno”. La salvación y la realización eclesial – su misión- no llegan por la seguridad, sino por el riesgo de la entrega: “El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a perderla la ganará” Mc 8,35. Jesús lo tiene claro: la persona y la comunidad cristiana se realiza y se enriquece cuando se abre y arriesga sin miedo para realizar los deseos y sueños más profundos y comprometidos. Jesús hizo de su vida un proyecto arriesgado y así lo mostró sin engaño: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” Lc 9,24.
La persona y la comunidad cristiana se realizan y enriquecen cuando se abren y arriesgan sin miedo para realizar los deseos y sueños más profundos y comprometidos. “La Iglesia es enviada a despertar esta esperanza en todas partes, especialmente donde es ahogada por condiciones existenciales difíciles, a veces inhumanas, donde la esperanza no respira, se sofoca. Necesitamos el oxígeno del Evangelio, el soplo  del Espíritu de Cristo Resucitado, que vuelva a encender los corazones. La Iglesia es la casa en la que las puertas están siempre abiertas no sólo para que todos puedan encontrar acogida y respirar amor y esperanza, sino para que nosotros podamos salir para llevar este amor y esta esperanza. El Espíritu Sano nos empuja a salir de nuestro recinto y nos guía hasta las periferias de la humanidad” (Papa francisco, 15-10-2013).

  •  Una Iglesia generosa y gratuita: “Deseo una Iglesia pobre y para los pobres”. Vencer la tentación de la posesión como elemento de seguridad es condición básica para poder vivir lo comunitario y ser comprometidos. La seguridad de la institución, del número, del poder –“Di que estas piedras se conviertan en pan” Mt 4,3- pueden matar la auténtica vocación y grandeza de la Iglesia y llevarse así lo mejor de sus sueños; en especial, la dimensión comunitaria, fraterna y la capacidad de compromiso. La generosidad, como clave eclesial, enriquece y lleva a la plenitud su realidad sacramental.
  • Una Iglesia que busca el verdadero reconocimiento: “Somos príncipes, pero  príncipes del crucificado”. El éxito, que se presenta seductor y atrayente en el mundo, puede ser el mayor obstáculo para llegar a la verdadera y profunda alegría eclesial, que se gesta en la coherencia de lo auténtico y lo original. “No tentarás al Señor tu Dios” “Tírate hacia abajo: mandaré a mis ángeles para que no tropieces y todos te reconocerán” Mt 4,6-7.
Siempre va a haber llamadas más fuertes y seductoras que las del servicio y la entrega, pero no por eso más verdaderas y profundas. El reconocimiento a la Iglesia no puede venir por una defensa de la institución y sus tradiciones, sino por una vuelta a la fuente original del Evangelio, dejándonos purificar y transformar por él.

  • Una Iglesia que sirve: “Que el servicio sea nuestro poder”. Sacerdotes, obispos o Papa, sin Cristo, y éste crucificado no somos nada. Hay claves de autoridad que dan vida. Son aquellas a las que se accede desde un compromiso de servicio; cuando no es así, se cae en la tiranía aunque se revista de respaldo de mayoría o de dogmas religiosos. Caer en la tentación del poder fuera del servicio acaba anulando al que lo ejerce o al que lo sufre. “El que quiera ser el primero que sea el último  y el que quiera ser el jefe que sea el servidor de todos” Mc 10,35…Hoy, como nunca, necesitamos una Iglesia que tenga y use de verdadera autoridad, al estilo de Jesús. Una Iglesia que genere en su seno personas que ejerzan la autoridad con servicio en todos los campos:   sociales, políticos, económicos, culturales, religiosos, estudiantiles, sanitarios…
  • Una Iglesia sencilla y corresponsable: “Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo”.”Tus cinco panes y dos peces”, cosa de pocos para muchos, ahí está el misterio de la Iglesia. La grandeza del misterio de lo comunitario y del verdadero compromiso no está en dar mucho o poco, no está tanto en el saber, tener o poder, sino en el querer, en el darse, en la vida. “Esta viejecita ha echado más que nadie, porque ha echado de lo que tenía para vivir” Mc 12,44. Estar desde el corazón, desde lo profundo, atento, sensible, dándose, facilitando… porque el amor es servicial.
  • Una Iglesia de la comunidad y la fraternidad: “Acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños”. “Lo tenían todo en común” Hech 4,32. Los hechos nos presentan cómo los primeros seguidores de Jesús tenían  claro que la fe era comunitaria. Una comunidad abierta al mundo: “Id por todo el mundo” Mc 16,15. El propio Jesús parte de un grupo de vida: “Los llamó para que estuvieran con Él y para enviarlos” Mc 3,14. Comunidad y misión en el mundo. Jesús convive  en comunidad viva y profunda con sus apóstoles y discípulos más cercanos; toda su vida quiere ser levadura y grano de mostaza en medio del mundo para sembrar y hacer crecer la masa con la fraternidad del reino. “Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es el signo del reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” EG, 48.
  • Una Iglesia encarnada: “El preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura”.   Nada más lejos del Evangelio que huir de la vida, la historia, la humanidad. Encarnarse, meterse en el mundo, como la levadura en la masa, como la sal en el guiso, como el grano de trigo en la tierra, todo para darse  y entregarse, para hacer el mundo según Dios. En  Jesús, el creador  se ha hecho creatura  y nada ni nadie de este mundo le es extraño a su carne ni a su espíritu.
  • Una Iglesia universal desde los últimos: “Que la unción llegue a todos, incluso a las “periferias”, donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora”-  Jesús nos invita a pensar y sentir desde la universalidad que se ejerce cuando nos acercamos a los últimos y los pequeños, ellos nos dan la media de la universalidad y de la voluntad salvífica del Padre.
  • Una Iglesia de Cristo: “Podemos caminar todo lo que queramos, podemos edificar tantas cosas, pero si no confesamos a Jesucristo, la cosa no funciona”.  No hay duda, la Iglesia no puede ser sin Cristo: “Sin Él, no podemos hacer nada” Jn 15,5.  
Ø      Una Iglesia que confía en El: “Si esto hace con los lirios y con los pájaros qué no hará por vosotros, hombres de poca fe” Mt 6,28.
Ø      Una Iglesia que hace lo que Jesús ha aprendido del Padre: “Hace salir el sol sobre buenos y malos”, acoge al hijo pródigo, lo perdona todo, sale a la búsqueda de lo perdido, sana, arriesga, entrega.
Ø      Una Iglesia que lee de modo creyente la historia: Este quehacer y sentir no se improvisa, sólo puede venir dado si  se nace de lo alto: “Tienes que nacer del agua y del espíritu” Jn 3,5.
Ø      Una Iglesia con horizonte definido: Para llegar a la identidad con Cristo, podemos decir con Pablo: “Ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí Gal 2,20. “Que sean uno Padre, como tú y yo somos uno para que el mundo crea que tú me has enviado” Jn 17,21.


LAS ACTITUDES DEL DISCÍPULO MISIONERO


  •  DISCÍPULO ANTES QUE APOSTOL “Para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar Mc 3,14-15a:
El enviado por Cristo es previamente discípulo, seguidor, imitador, compañero y amigo del Maestro, identificado con Él en el pensar y en el vivir. “Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites. El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio.  Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y despego de los bienes materiales,    de libertad frente a los poderes de este mundo, en una palabra de santidad”. ¿Vivimos conscientemente el Evangelio o hemos hecho  de la fe una cuestión rutinaria de nuestra existencia?. La cuestión es si verdaderamente el centro de nuestra vida es Cristo. Por eso es tan importante que la protectora, impulsora y modelo de nuestra misión sea santa Teresa. ¿Cómo ser Santos?   Tres caminos imprescindibles.

  •   UNA  VIDA DE ORACIÓN INTENSA
La oración es la base de una relación de amistad con el Maestro. Sin orar ni podemos conocerle ni es posible el proceso de transformación que Él quiere realizar en nosotros. El mismo Jesús dedicaba largos tiempos a la relación con su Padre. En la oración nos abrimos a la acción del Espíritu, que es el verdadero protagonista de la misión. Es Él quien nos infunde la fuerza para anunciar la alegría del Evangelio con pasión, con valentía, con ingenio, con parresía. El Espíritu es quien prepara el corazón de aquellos a quienes nos dirigimos con nuestro anuncio y quien hace posible su respuesta. Es muy importante la oración de intercesión por aquellos a los que vamos a evangelizar. La oración de intercesión tiene una fuerza poderosa  porque Dios se complace en que oremos por los hermanos.

  • VIVIR LOS SACRAMENTOS
“La fe nace y se robustece en nosotros gracias a los sacramentos sobre todo los de la iniciación cristiana: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, que son complementarios e inseparables. Esta verdad…se encuentra quizá desatendida en la vida de fe de no pocos cristianos, para los que estos son gestos del pasado, pero sin repercusión real en la actualidad, como raíces sin savia vital.
Cada vez que celebramos la Eucaristía  recibimos el Espíritu Santo que nos une más profundamente a Cristo y nos trasforma en Él.

  •  ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL FRECUENTE

“La propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición para crecer” EG 172.

v     ¿CÓMO ES UN DISCÍPULO MISIONERO?
1. MIRA HACIA ADELANTE CON ESPERANZA, ALEGRÍA Y CONFIANZA
En la causa del Reino, no hay tiempo para mirar hacia atrás, y menos para dejarse llevar por el pesimismo, la desesperanza o el fatalismo. Dice el Papa Francisco: “Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas y quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos y, recordar lo que el Señor dijo a san Pablo. “Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad” 2 Co 12,9. El triunfo cristiano es siempre cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica” EG 85.
Una de las dificultades en la transmisión del Evangelio es que los cristianos no conseguimos transparentar ante los demás el gozo de la fe, y la vivimos más como una “tradición” o un “deber”.
2. ESTÁ SIEMPRE DISPUESTO A SALIR DE SUS SEGURIDADES
La Iglesia es una comunidad de discípulos convocada por el Señor, cuya finalidad consiste en llevar el anuncio de salvación del Evangelio hasta los extremos más remotos de la tierra, llegando a los hombres y mujeres de cada lugar y de tiempo. Los “pueblos” a los que hemos sido enviados no son sólo los diversos países del mundo, sino también los diferentes ámbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. Por eso debemos estar dispuestos a salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todos. “Salir a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo” EG, 23. Nos dice el Papa: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo…  prefiero una Iglesia accidentada, herida y     manchada por salir a la calles, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y   preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos  en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay  una multitud hambrienta y Jesús repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!” Mc 6,37. EG 49.
Un discípulo misionero vive de la alegría de anunciar la Buena Noticia. Nosotros somos invitados a redescubrir la alegría de la Evangelización. Una alegría que se expresa en fiesta y la celebración de cada pequeña victoria, cada paso adelante, cada hermano que vuelve a casa. Una alegría que se vuelve belleza en la liturgia.
3. SABE QUE NO VA SOLO: EVANGELIZA LA IGLESIA Y CON ELLA JESUCRISTO
Para un discípulo misionero la fraternidad es imprescindible. El testimonio de una vida fraterna cordial y sincera es una fuerza capaz de abrir los corazones a la fe. “Allí está la verdadera sanación, ya que el modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana en   lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino  para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno. Precisamente en esta época, y también allí donde son un “pequeño rebaño” Lc 12,32, los discípulos del Señor son  llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra,  luz del mundo. Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad!” EG 92.

P. Javier del Valle O.P.